Mis obras surgen de la necesidad personal por reflexionar acerca de mi entorno natural, a partir de una inquietud innata y previa a mi formación artística. Siempre he centrado la atención en rincones o en pequeños detalles que han sido gravemente maltratados por el tiempo, aunque también en aquellos lugares, los cuales, la mayoría de las personas consideran invisible o simplemente exentos de belleza. Todo lo contrario a mi opinión. Mi lugar de procedencia, junto a mis vivencias en un pueblo minero, donde podemos observar una desoladora belleza dramática, probablemente hayan sido los factores que han influido en que posea esta mirada. Por ello, quise aprovechar todo este cúmulo de sensaciones originadas a nivel paisajístico y trasladarlas al lenguaje pictórico.
Lo temporal, como parámetro presente en todas las disciplinas visuales, ha sido un tema que personalmente me ha interesado incluso de manera inconsciente desde las primeras etapas de formación. Por ejemplo, en mi primera etapa, el elemento iconográfico por excelencia que usaba en mis obras era la “rueda”, aunque en algunas de mis obras actuales aún queda algún resquicio de ella. Ésta en sí misma, lleva intrínseca multitud de conceptos: la fugacidad, la repetición, presente y futuro, etc. Mi trabajo no es documental, ni tiende a la reconstrucción ambiental, aunque esos elementos estén presentes como una metodología.
Con estos “rincones olvidados” quiero retratar esos entornos que recogen a multitud de personas que sin aparecer representadas conforman la historia de un lugar. Detrás de estas representaciones fragmentadas de mi realidad, no sólo se encuentra el concepto de deconstrucción paisajística, sino también el corporal, reflejando así ausencia y presencia al mismo tiempo. En otras palabras, estos elementos narran por sí solos una historia vivida, un sufrimiento, un recuerdo, un anhelo, etc. A parte de todas las connotaciones que esto conlleva, también cabe destacar que estos objetos plásticamente me fascinan: oxidación, texturas, cromatismo, entre otras muchas cosas. Bajo mi punto de vista, ya son puras obras de arte por ellas mismas. 
Para finalizar, me gustaría citar una poesía que expresa parte de estos sentimientos.

“Como ser moral, el hombre
está capacitado para el
recuerdo, lo que despierta 
en él el sentimiento de su
propia incapacidad.
El recuerdo nos hace
vulnerables, capaces de
sufrir.
En cierto sentido lo
pasado es mucho más
real
o por lo menos más estable y
duradero
que el presente.
El presente se nos
escapa y desaparece
como el agua entre las 
manos”.
Fluir del pasado: Andrei Tarkovsky

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